Crónica de un secuestro V


LA MUERTE
Por Alvaeno Alvaeno

Hay una cosa que me llama mucho la atención y es que ingenuamente una gran mayoría de seres humanos está convencida de poder ganarle la batalla a la muerte, si querer percatarse de que cada uno de nosotros tenemos la hora de la misma señalada, puede que sea un virus, un accidente de coche, un accidente de trabajo o doméstico, o cualquier otra causa, por supuesto, ajena a nuestra voluntad, es evidente que nadie quiere morir, pero de ahí a creer que se le puede ganar a la muerte es el síntoma de una sociedad del positivismo que cree que se puede ir contra natura.
Y ahora, reflexionemos sobre la vida y la muerte.
Si nos quedamos en casa con el convencimiento de que así habrá menos muertes, y hacemos de este encierro la bandera de nuestra batalla contra la muerte (perdida de ante mano), es lo mismo que si en situaciones "normales", por ejemplo decidimos no salir a la calle, porque este simple hecho conlleva, también, ciertos riesgos de morir, nos puede caer una teja en la cabeza, nos puede atropellar un autobús, y si tenemos que desplazarnos en coche teniendo en cuenta los millones de desplazamientos que en este medio se hacen cada día, el riesgo aumenta considerablemente ( solo en España mueren cada año por accidentes de coches unas 1700 personas), en accidentes laborales unos 700 al año, y podría seguir con la lista, incluyendo muertos por gripe, neumonías, cáncer, tabaquismo y otras enfermedades, lo que sumaría una cifra que si la tuviéramos en cuenta, no moveríamos el culo del sofá de nuestras casas, claro, como he dicho, con el ridículo pensamiento de que a la muerte la podemos vencer sea como sea.
Nos creemos dioses o algo por el estilo. Llevamos 3 semanas de confinamiento (arresto domiciliario voluntario) y los contagios por coronavirus en lugar de bajar suben, entonces ¿qué es lo que no estamos haciendo bien?
Lo dicho, la muerte cuando nos llega el día no entiende de cómo llevarnos con ella, simplemente nos lleva y yo me pregunto ante esta gran certeza: ¿Por qué entonces vivir con miedo y en el engaño de creer que podemos vencerla?
Salve, César, los que van a morir te saludan.
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