Crónica de un secuestro XIV
La sociedad
domesticada
Cuando te sales del modelo “impuesto”
por los gurús médicos de la OMS, como lo ha hecho Suecia, te convierten
automáticamente en el blanco sobre el que lanzar todas las flechas. Y esto se
argumenta con el baile de cifras de muertos, y con otros no menos estudiados
argumentos para decir que Suecia se arrepentirá de no haber seguido al rebaño.
Sea lo uno o lo otro, el caso es
que si no asumes las pautas que dicta la omnímoda organización mundial de la
salud, que como su nombre indica, ha de velar por la salud de todos los seres
humanos del mundo, razón, entre otras, por la que, al parecer, se creó este
organismo, de dudosas actitudes, tanto a lo que respecta a sus directivos como
a sus inversores, decía que si no acatas sus dictados, te conviertes en el
blanco propicio para el desprestigio, y es lo que sucede con Suecia, que ha
decidido llevar esta crisis de otro modo, pero claro, como no es el modo que
ellos dicen que hay que llevar, les llueven las críticas, y las muertes que se produzcan
por ello, caerán sobre sus cabezas por irresponsables.
¿Quién es aquí el que ha de decidir
qué es lo responsable o lo irresponsable? ¿No cuenta la soberanía del pueblo?
¿Todos los países tienen que seguir al pie juntillas las normas dictadas de un
organismo totalmente ajeno a esa soberanía?
¿Por qué la OMS se está
convirtiendo en el gendarme del mundo? Porque tiene buenos y suculentos avales
dinerarios con los que poder hacerlo, y éstos avales dinerarios vienen de la industria
farmacéutica, en la mayoría de los casos, y de algunos filántropos “desinteresados”
que buscan cumplir sus propios deseos.
La sociedad ha sido domesticada
hasta tal punto que a uno le da algo de miedo esa actitud obediente con la que
la mayoría se comporta. En España, por ejemplo, no he visto nunca a tanta gente
haciendo deporte, entra la picaresca española en ello, picaresca que está
constada por la historia de nuestra insigne patria y de los súbditos que en
ella habitan, un país donde la corrupción es el pan de cada día, y que se
ejerce y practica a todos los niveles, ¿qué podemos esperar de un colectivo
como este? Además de estar domesticado, de algún modo, o hace ver que así lo
está, pero que en el fondo, si hace falta, se compra el chándal, uniforme que
ha de cubrir su picaresca, ahora todos hacemos deporte, si con ello podemos
salir.
¿Por qué se pude salir a hacer
deporte y no a pasear? Cosa que no entiendo, ¿por qué se puede hacer esto y no
aquello? Y lo que es peor, ¿cuándo se ha sentido la necesidad de engañar para
poder salir, sea a caminar, a correr, o a pasear tranquilamente? Me recuerda a cuando yo era un adolescente y para
salir tenía que inventarme mil triquiñuelas para engañar a mi padre, lo que no
sabía yo por aquel entonces es que no lo engañaba, porque él sabía más que yo,
por aquello de que sabe el diablo más por viejo que por diablo. Pues lo mismo.
Sí, ahora, el fiel reflejo de esa
domesticación a la que hago alusión en este artículo, es el de ver a miles de
personas haciendo deporte, cosa que no han hecho en su vida, pero ¿lo hacen por
obediencia o por picaresca? Lo hagan por una cosa u otra me parece que haber
llegado a este punto es, como he dicho, el fiel reflejo de una sociedad
domesticada, y por supuesto, el fiel reflejo de la privación de libertades.
¿Desde cuándo para salir a caminar, a correr, a pasear o a lo que sea
disfrutando de la calle, del campo..., ha tenido que ser autorizado?
La sociedad domesticada asume las
normas, y si tiene que ponerse el uniforme de deportista para acatarlas y con
ello poder salir a la calle, lo hace, pero mi pregunta va más allá: ¿Y si en
lugar del chándal se les pide que usen el uniforme militar, y las armas?
Bueno, serán mis especulaciones, y
mis demagogias, nuestro gobierno acaba de repartir miles de millones de euros
entre los partidos políticos, esto está reflejado en el BOE, y las ayudas
sociales, tan cacareadas y prometidas para los que menos o nada tienen y
esta crisis sanitaria los ha dejado con una mano detrás y otra delante, no
llegan, todavía no llegan, y van dos meses desde que esto comenzara, esto, a lo
que yo llamaría: este despropósito que para salvar unas miles de vidas se ponen
en riesgo millones de esta, pero eso no es lo que interesa.
Yo iba a hablar de la sociedad
domesticada, y al final, como siempre, me fui por los cerros de Úbeda, pero
para hablar de la citada sociedad, no hay nada más que salir a verla hacer
deporte todos los días tras el aplauso, todos, todos, sin excepción llevan chándal,
al menos habremos conseguido una sociedad más sana, más atlética, porque cuando
papá nos deja hacer algo, lo hacemos sin rechistar, calladitos y con chándal,
sudorosos y respetuosos con el horario: a las once en casa.
Salve, César, los que van a correr
te saludan.
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