Crónica de un secuestro XXIX

La desconexión                         

Por Alvaeno Alvaeno

 

 

La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce.
Jorge Luis Borges.

 


Comienzo este artículo con esta maravillosa frase del ínclito Borges, entre otras cosas porque me identifico con ella totalmente, y no porque me sienta derrotado, nada más lejos de mi pensamiento, porque la derrota es en sí el motor para la lucha, no hay victoria sin ella, y no hay derrota, ni siquiera creo en el éxito ni en el fracaso, conceptos que deterioran al ser humano más de lo que es realmente necesario.

No hablaré ni de victorias ni de derrotas, ni de éxitos ni fracasos, hablaré de desconexión, sí, es tiempo de desconectar de ese infernal ruido que producen las redes sociales, por eso ayer tomé la decisión de eliminar mi perfil y todo cuanto tenía en el gran vigilante del mundo al que todos aportamos nuestros datos, nuestras emociones, nuestros gustos, nuestras vidas, narrándolas ahí, haciéndolas públicas, y hoy por hoy, creo que no existe mayor libertad que la de la vida en privado, manteniendo en secreto para el mundo cómo piensas, cómo vives, qué haces, qué placeres te colman, qué motivaciones te llevan a hacer esto o aquello, sin que tengas que exponerlo todo en ese lugar en el que la privacidad y por tanto, la intimidad no existen, y tú eres una parte de un todo ruidoso en el que tu aportación queda como una pequeña barca llevada por el oleaje de los millones de mensajes que cada día castigan tu mente, tu pensamiento, convirtiéndote en un ser manipulable y manipulado por los creadores de opinión, por los creadores de noticias, es como si le das a un mono un juguete con el que entretenerse, o le enseñas una palabra o una frase a un loro que, una vez aprendida, repetirá hasta la saciedad, hasta el último día de su vida, eso es lo que creo de las redes sociales, sobre todo de Facebook, de Instagram, y de otras de este tipo, lugares en los que acabas perdiendo tu identidad, porque acabas enganchado a un “Me gusta” esos “likes” que activan en tu cerebro una sustancia que es adictiva, con ellos el cerebro produce dopamina, que en este caso motiva a las personas a buscar recompensas (Likes), y serotonina, que mejora el estado de ánimo.

Una de las razones que me ha llevado a eliminar mi perfil en Facebook y en Instagram, ha sido el haber comprobado que comenzaba a tener adición de estas redes, y de algún modo me sentía atrapado en ellas; otra de las razones es que no hay nada más irreal que las redes sociales en las que se intercambian “likes”, y no se hace otra cosa que difundir y promocionar el Yo, ese Yo más narcisista y egoísta...

Cansado de ver cómo todos, incluido yo, compartimos nuestra vida sin filtros, subiendo imágenes de todo lo que hacemos, llevados por la necesidad de sentirnos conectados al mundo, a esa lista de contactos, llamados amigos que nunca te harán una llamada por teléfono para saber si te encuentras bien, si necesitas algo, y cuando uno hace esas llamadas lo toman por loco, por alguien extraño que hace esas cosas cuando existe Facebook, Instagram o WhatsApp, aplicaciones que se han convertido en la única forma de comunicarse mediante emoticonos porque hasta la palabra escrita está desapareciendo, nadie lee más de cuatro líneas seguidas, y los que lo hacen son considerados como bichos raros. 

Por ello, he decido desconectarme para ser libre, para vivir la vida real, para no dejarme influir por ese estruendoso ruido “social”, para mantener mi identidad con la privacidad que esta se merece, para ser yo en equilibrio con el mundo interno y externo, esos mundos reales y que están quedando olvidados, porque ahora solo somos la imagen que subimos a las redes sociales, porque entre otras cosas, lo hacemos por la sensación de soledad, de aislamiento que estamos teniendo en estos tiempos, cuando la vida social se desarrolla solo y exclusivamente en redes sociales es hora de salir de ellas, de coger el toro por los cuernos, de vivir la vida fuera de ese laberinto que no tiene salida. 

Y además no voy a darle al “gran” Mark Elliot Zuckerberg mis datos, no voy a entregarle toda la información de mi vida para que los use con el fin de enriquecerse más todavía, sí, reconozco que he estado en esa red mucho tiempo, pero ya es hora de salir de ella, porque el control que se hace de sus usuarios me parece un atentado contra la libertad y la intimidad de cada uno de ellos, allá cada uno con su vida, yo la mía voy a vivirla alejado de ese tipo de redes, me quedaré con este blog en el que iré publicando algunos artículos y por supuesto, les digo a las personas que realmente estén interesadas en saber de mí, que me contacten bien por email o por teléfono, hay muchas personas que tienen esos datos míos, y que los tienen porque los considero amigos, pero la amistad, como todo en esta vida, también está en peligro, porque Facebook y esas redes sociales la están banalizando de tal modo que el concepto que define a esa palabra se diluye, se menosprecia, se minusvalora, se hace nada, se pierde, se evapora, igual que las relaciones, el amor, y todo cuanto conocíamos antes sobre cómo nos interrelacionábamos y cómo interactuábamos socialmente en la realidad, aquella realidad que las redes sociales nos están robando, convirtiéndonos en meros usurarios que cada día se parecen más a monos amaestrados y a loros que repiten sin cesar lo que se les dice que repitan.

Así que, si alguno de mis “amigos” de esas redes sociales, llega hasta este artículo, puede dejar un mensaje o comentario aquí, y si realmente me considera amigo, ya sabrá la manera de conectar conmigo para tomarnos un café o unos vinos.

Así que ya lo saben, cuídense de las redes sociales, porque si verdaderamente quieren ser libres, no les queda otra que salir de ellas y de valorar la intimidad de sus vidas privadas, porque a quién le importa que hoy hayas comido churros o al medio día hagas una paella de la que subirás una bonita foto, pero por desgracia, quizás te la comas más solo que la una, eso sí, acompañado por la ilusión de compartir en busca de esos likes que te generan dopamina y serotonina, porque es lo único que te han dejado para que esas sustancias te hagan, por un momento, por unos likes, feliz, una felicidad que es falsa y que te frustrará porque has perdido todo contacto real, nada de abrazos, nada de besos, nada de tocar, de oler, nada de mirar a los ojos de alguien, nada de conversar cara a cara, nada de sentir, nada de eso tienes ya, porque lo único que te han dejado es la “libertad” de intercambiar likes, a más de ellos más serotonina, más dopamina, y ahí es donde estás enganchado, por ello, he decido dejarlo como el yonqui que deja la droga, para salir de ese laberinto en el que como una cobaya estás atrapado.




 

Salve, César, los que sufren ya no te saludarán jamás.

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