Crónica de un secuestro XXX

La indefensión                          

Por Alvaeno Alvaeno

 

“La indefensión es el estado psicológico que
se produce frecuentemente cuando
los acontecimientos son incontrolables.
¿Qué significa el que un acontecimiento sea incontrolable?
(...) un acontecimiento es incontrolable cuando no podemos hacer nada para cambiarlo, cuando hagamos lo que hagamos siempre ocurrirá lo mismo”.

 

<<No quiero dejarme llevar por esa sensación de derrota...>>, se dice Julia cuando su marido regresa a casa después de un día de trabajo, pero en su rostro hay algo diferente hoy, parece más cansado que otros días, o más triste, sí, parece cargar sobre sus hombros una gran tristeza, algo que no se atreve a decir, y que evita mostrándose algo huraño, nada común en él esa actitud, pero hay algo que le reconcome las entrañas y que más tarde o temprano tendrá que contarle a su mujer, sí Julia, que lo vio salir esta mañana de casa como cada día para ir al trabajo, sin saber, ni ella ni él que los acontecimientos de ese día los enviaría a la más absoluta precariedad, a ellos y a sus dos hijos de siete y nueve años, sí, ellos no lo sabían en el momento en el que tomaron el desayuno, Antoni preparó sus cosas para dirigirse a ocupar su puesto de trabajo como llevaba casi veinte años haciendo, pero ahora además debía llevar la mascarilla que el gobierno había dictado que era de uso obligatorio, tanto en la calle como en el trabajo o en los transportes públicos y comercios etcétera.

Antonio no sabe cómo le va a decir a su mujer que hoy se ha quedado sin trabajo, porque la empresa en la que trabaja ha despedido a más del 70% de su plantilla, qué suerte tienen los que se quedan en el 30%, los que seguirán trabajando sin saber, tampoco, que a ellos les queda muy poco en la fábrica.

Estas son razones de peso, sobre todo para miles de familia que debido a la crisis sanitaria y la pandemia han dejado de estar del lado de los que podrán salir sin más de ello, pero ellos, Antonio y Julia junto a otras miles de familias verán cómo sus vidas habrán cambiado de la noche a la mañana. 

¿Quién imagina que la vida le golpeará tan fuerte que acabará en la cola de la beneficencia? Nadie, eso es seguro, y lo que supone eso para la dignidad y el orgullo de una persona, porque entre otras cosas en el país en el que viven los funcionarios que están al servicio del ciudadano para ayudarle en estos momentos mantendrán su actitud de prepotencia como si ellos, los funcionarios, les estuvieran haciendo un favor a aquellos que por causas ajenas a su voluntad, se ven obligados a acudir a los servicios de los Asuntos sociales, con el miedo a ser estigmatizados, cosa que suele ocurrir muy a menudo.

Siempre me he preguntado cuando he visto a algún ser humano en la calle pidiendo limosna ¿qué hay detrás de ellos? ¿Por qué está en esa situación? ¿Qué le ha ocurrido para llegar hasta ese punto en el que la dignidad se ha perdido? Muchos argumentan que “esos” suelen ser personas conflictivas, y muchos otros dicen que son personas con problemas de adaptación, la mayoría piensa que son alcohólicos o toman ciertas sustancias perniciosas y degradantes y que por esas razones están ahí, eso es lo que, por desgracia, piensa una gran mayoría de personas sin pararse a pensar que un día pueden ser ellos los que se encuentren en esa situación, pero para pensar eso hay que tener una cosa que llamamos empatía pero que muy pocas veces ponemos en práctica, porque es más fácil creer en esos argumentos falaces y que señalan como culpables a los que lo han perdido todo.

Dadas las circunstancias de la pandemia por la que millones de personas han perdido lo poco que ganaban con sus precarios y mal pagados empleos, las oficinas del SEPE, de la INSS, las oficinas de asuntos sociales, Caritas, Cruz Roja, se ven desbordadas por la avalancha de solicitudes de ayudas, y pasan los días, pasan las semanas, pasan los meses y la ayudas no llegan, y si llegan, llegan con cuenta gotas, aunque los gobernantes se jacten de decir que las medidas para paliar esa indefensión que están sufriendo esos millones de seres humanos, están en marcha, están en marcha, y ese discurso se hace repetitivo y como un mantra cae sobre las desoladas cabezas de los que sufren sin saber si podrán comer o llegar a fin de mes, de otro mes de pandemia, de locura, de tristeza, de desesperanza.

Sí, y cuando a alguno se le ocurre hacer algo para ayudarles, poniendo en marcha acciones para recoger alimentos, por ejemplo, inmediatamente se le echan encima los políticos porque son ellos los que quieren coordinar todas las acciones destinadas a ayudar a la sociedad, pero en realidad, no lo hacen, y si no pregunten, pregunten, y verán.

Pero eso sí, todos los colectivos desprotegidos están cubiertos en cuanto a alimentación se refiere, dicen los adalides del bien social, cuando las ayudas tardan meses en llegar, y los alimentos son distribuidos según no sé qué criterios, porque ellos, los que decretan las leyes lo saben todo sobre nosotros, saben cuándo tenemos comida y cuándo no, saben cuánto tenemos que comer y qué, porque ellos son los que saben, a los demás nos tratan como a perfectos idiotas, cosas que me recuerdan mucho al burro y la zanahoria, eso es lo que creo, y ojalá me equivoque y todos esos desheredados del sistema, de este sistema atroz, puedan ser rescatados y ayudados en esa situación de la que solo pueden hablar los expertos, que como siempre son los que lo saben todo, saben cómo duele el estómago cuando no hay comida, saben cómo duele la vida cuando tienes que ir a esas instituciones que están creadas para dar un servicio a los ciudadanos y te tratan como si fueras escoria, “personas en riesgo de exclusión social y laboral” menuda frase, y esta frase la crean los que para hacer su labor de garantes de la ciudadanía ganan un buen sueldo más las pagas y tienen el contrato indefinido con lo que su colchón económico está a buen recaudo, pero los “vagos” son esos “excluidos”, esos que tienen la culpa de lo que les pasa, porque no miran para otro lado, por ejemplo, el caso de Antonio que hoy, sin intuirlo ni pensarlo se ha quedado en la calle, sin sueldo, y en espera para que en la correspondiente oficina le gestionen sus derechos.

Que no señores, que no estamos pidiendo favores, estamos exigiendo nuestros derechos, eso que los adalides se pasan por el arco del triunfo, así sin anestesia ni nada, a golpe de ERTE, de despido, de manipulación de las palabras y de las promesas, no señores que no estamos pidiendo favores, son nuestros derechos a una vida digna y no tener que mendigarles a ustedes el pan que nos comemos, porque no es la limosna lo que queremos, que es lo que ustedes garantes del bien estar social, dan, limosna, limosna, pan para hoy, hambre para mañana, pero mañana, mañana, ya vendrán los salvadores para darnos lo que nos merecemos, jajaja, es absurdo ver la actitud de las diferentes delegaciones compitiendo y peleando, eso sí, ellos primero, sus sueldos, sus pagas y sus horas extras que se las paguen porque no dan abasto, eso, primero lo nuestro, y luego, luego, ya veremos, sí, a día de hoy 3 de junio de 2020 en España no se ha cobrado la mayoría de los ERTES, las ayudas sociales no llegan a tiempo, pero el tiempo, ah jodido tiempo, pasa y ya van tres meses en los que en muchos hogares no entra un euro.

<<No quiero dejarme llevar por esa sensación de derrota...>>, se dice Julia cuando su marido sin poder aguantarlo se echa llorando en sus brazos diciendo “ahora qué vamos a hacer...”.

Salve, César, los que sufren ya no te saludarán jamás.

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