La verdad nos hará libres
Por Alvaeno
«La manipulación consciente e
inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento
de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo
oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el
verdadero poder que rige el destino de nuestro mundo. Quienes nos gobiernan,
moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas
son en gran medida personas de las que nunca hemos oído hablar.»
A poco que observemos y
escuchemos nos daremos cuenta de la farsa en la que estamos inmersos. Si
ponemos atención a los discursos de los políticos que manejan esta
partidocracia veremos el engaño, la mal llamada democracia, a la que yo me
atrevo a llamar “dictadura”, porque no nos dejan elegir libremente, como en la
mayoría de las cuestiones de nuestra vida cotidiana, que creemos que somos
libres y podemos ir, venir, elegir este o aquel coche, esta o aquella casa,
aquel traje o aquel vestido, el lugar al que iremos de vacaciones..., sin
darnos cuenta que en realidad estamos manipulados desde la cuna hasta la tumba,
que somos seres que son moldeados por la ingeniería social, por los expertos en
psicología y psiquiatría que saben más de nosotros que nosotros mismos, que
conocen por sus investigaciones cómo reaccionamos ante diferentes estímulos o
situaciones. Por ello creo que decir (o peor todavía, creer) que somos libres
es una de las más grandes falacias que nos hayamos tragado sin apenas oponer
resistencia, y con la certeza de que verdaderamente somos libres, una certeza
que también es solo el producto de una manipulación programada por los que gobiernan
el mundo en las sombras.
Decir estas cosas en estos
tiempos de censura, persecuciones, humillaciones, y ataques a la dignidad de
aquellos que se manifiestan en contra de esta farsa, es cuando menos un riesgo
que muy pocos se atreven a correr, porque no es fácil señalar con el dedo a un
presidente de un gobierno sea del color que sea, porque está, no solo
traicionando a su pueblo, sino que lo está estafando, y le está robando y
además lo está sometiendo con sus medidas arbitrarias y totalmente
dictatoriales, porque ese presidente no escucha a su pueblo, escucha a los
consejeros de las grandes empresas que al fin y al cabo son las que financian
sus campañas.
Sí, decir que estás en contra de
las vacunas por creer que hay que ofrecer ciertas garantías y respetar los
derechos de los ciudadanos y asumir que si hay riesgos no obligar o coaccionar
a la gente a que se ponga un tratamiento experimental, del que nada se sabe de
sus efectos adversos, ni a medio ni a largo plazo, al corto ya lo sabemos, y no
es precisamente muy halagüeño que estén produciéndose efectos terribles de los
que cada día se reportan más a las autoridades.
La gran falacia, el truco maestro
de los trileros de la posverdad es hacer creer a la gente que gracias a la
pauta completa y la de refuerzo, si se contagian solo tendrán síntomas leves, y
no solo se lo hacen creer sino que los empujan a defenderlo con uñas y dientes
demonizando a todos aquellos que amparados en su derecho y libertad a decidir,
han decidido, precisamente, no participar de este experimento.
Sí, la propaganda engrasada, muy
bien aceitada funciona como una apisonadora que todo lo aplasta: pensamiento,
libre albedrío, sentido crítico, e incluso, raciocinio, dejando a los seres
humanos desprovistos de cualquier cualidad que hasta la llegada de la
“plandemia”, era lo que nos hacía de algún modo ser algo más libres.
Sí, el transhumanismo lleva ya
algunas décadas en marcha, y ¿qué mejor que someter a la población mundial a un
terrible virus para conseguir que ese salto de lo humano a los transhumano sea,
no solo posible, sino más rápido?
Y lo peor de todo es comprobar
cómo los perros al servicio del poder se convierten en propagandistas de sus
amos, y me refiero a los intelectuales, a los periodistas, a los artistas, a
toda esa gente que pagada de sí misma pregonaba a los cuatro vientos que era de
izquierdas, progresistas en pos de la igualdad y los derechos humanos,
convertidos hoy en lameculos incapaces de cuestionar las “verdades oficiales”,
incapaces de morder la mano del que les da de comer aunque les esté pisando el
cuello, sí, lo triste es ver que hay muy pocos dispuestos a cuestionar y
debatir, porque la verdad cuando se impone, no es verdad es una mentira
convertida en dogma, hecha imposición, coacción, coerción, chantaje...
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