La verdad nos hará libres

 Por Alvaeno

"La verdad nos hará libres", dicen los trileros de la posverdad, esos que son capaces de hacer creer a la masa lo que quieran, por algo son los amos de los medios de información: Propaganda, libro muy recomendable de Edward Bernays.

«La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro mundo. Quienes nos gobiernan, moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas son en gran medida personas de las que nunca hemos oído hablar.»

A poco que observemos y escuchemos nos daremos cuenta de la farsa en la que estamos inmersos. Si ponemos atención a los discursos de los políticos que manejan esta partidocracia veremos el engaño, la mal llamada democracia, a la que yo me atrevo a llamar “dictadura”, porque no nos dejan elegir libremente, como en la mayoría de las cuestiones de nuestra vida cotidiana, que creemos que somos libres y podemos ir, venir, elegir este o aquel coche, esta o aquella casa, aquel traje o aquel vestido, el lugar al que iremos de vacaciones..., sin darnos cuenta que en realidad estamos manipulados desde la cuna hasta la tumba, que somos seres que son moldeados por la ingeniería social, por los expertos en psicología y psiquiatría que saben más de nosotros que nosotros mismos, que conocen por sus investigaciones cómo reaccionamos ante diferentes estímulos o situaciones. Por ello creo que decir (o peor todavía, creer) que somos libres es una de las más grandes falacias que nos hayamos tragado sin apenas oponer resistencia, y con la certeza de que verdaderamente somos libres, una certeza que también es solo el producto de una manipulación programada por los que gobiernan el mundo en las sombras.

Decir estas cosas en estos tiempos de censura, persecuciones, humillaciones, y ataques a la dignidad de aquellos que se manifiestan en contra de esta farsa, es cuando menos un riesgo que muy pocos se atreven a correr, porque no es fácil señalar con el dedo a un presidente de un gobierno sea del color que sea, porque está, no solo traicionando a su pueblo, sino que lo está estafando, y le está robando y además lo está sometiendo con sus medidas arbitrarias y totalmente dictatoriales, porque ese presidente no escucha a su pueblo, escucha a los consejeros de las grandes empresas que al fin y al cabo son las que financian sus campañas.

Sí, decir que estás en contra de las vacunas por creer que hay que ofrecer ciertas garantías y respetar los derechos de los ciudadanos y asumir que si hay riesgos no obligar o coaccionar a la gente a que se ponga un tratamiento experimental, del que nada se sabe de sus efectos adversos, ni a medio ni a largo plazo, al corto ya lo sabemos, y no es precisamente muy halagüeño que estén produciéndose efectos terribles de los que cada día se reportan más a las autoridades.

La gran falacia, el truco maestro de los trileros de la posverdad es hacer creer a la gente que gracias a la pauta completa y la de refuerzo, si se contagian solo tendrán síntomas leves, y no solo se lo hacen creer sino que los empujan a defenderlo con uñas y dientes demonizando a todos aquellos que amparados en su derecho y libertad a decidir, han decidido, precisamente, no participar de este experimento.

Sí, la propaganda engrasada, muy bien aceitada funciona como una apisonadora que todo lo aplasta: pensamiento, libre albedrío, sentido crítico, e incluso, raciocinio, dejando a los seres humanos desprovistos de cualquier cualidad que hasta la llegada de la “plandemia”, era lo que nos hacía de algún modo ser algo más libres.

Sí, el transhumanismo lleva ya algunas décadas en marcha, y ¿qué mejor que someter a la población mundial a un terrible virus para conseguir que ese salto de lo humano a los transhumano sea, no solo posible, sino más rápido?

Y lo peor de todo es comprobar cómo los perros al servicio del poder se convierten en propagandistas de sus amos, y me refiero a los intelectuales, a los periodistas, a los artistas, a toda esa gente que pagada de sí misma pregonaba a los cuatro vientos que era de izquierdas, progresistas en pos de la igualdad y los derechos humanos, convertidos hoy en lameculos incapaces de cuestionar las “verdades oficiales”, incapaces de morder la mano del que les da de comer aunque les esté pisando el cuello, sí, lo triste es ver que hay muy pocos dispuestos a cuestionar y debatir, porque la verdad cuando se impone, no es verdad es una mentira convertida en dogma, hecha imposición, coacción, coerción, chantaje...

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